14 de septiembre de 2014
INVISIBLES
Por Berto Naviera
![]() |
Presencia inquietante Remedios Varo |
La tendencia al ninguneo es fatal. El No-Encuentro es,
tal vez, peor que el Des-Encuentro. La pérdida del horizonte que nos mantiene
encuadrados dentro de un ámbito cotidiano nos propicia, al igual que a un piloto
de alguna aeronave en falla, un desconcierto instantáneo, una incertidumbre
bloqueadora que intimida y desorienta. Así, cuando el reconocimiento
desaparece, el individuo deviene incorpóreo. Estoy hablando, claro, del
reconocimiento que define al acto de ser identificado que no aquel en que se es
ensalzado. La abolición de nuestra esencia nos desaparece y nos integra al
vacío perenne de lo no-observado, de lo no-identificado: nos deshumaniza.
La búsqueda, a veces angustiosa, del reconocimiento
general no es más que el síntoma de lo aquí expresado. El hombre quiere ser
encontrado siempre. No quiere verse desaparecido porque ello implica la
inexistencia. No existir, entonces, no es una opción, es más bien una amenaza.
Empero, existen ciertos seres que no quieren ser
reconocidos ni por su aspecto ni por sus actos. Seres que han vivido lejos de
las miradas de sus congéneres. Seres cuyo principal objetivo es no dejar rastro
alguno. Seres que nacen, crecen y mueren sin ser notados jamás. Así, cada uno
de ellos no es más allá de una sombra, una imagen borrosa vista por el rabillo
del ojo que no se alcanza a determinar, a ser definida. Sombras confundidas con
sombras que permanecen en el eterno anonimato.
Es seguro que cada uno de nosotros, los Visibles, nos
hemos encontrado incontables ocasiones con aquellos, los No-Visibles, sin jamás
haberlos tomado en cuenta o guardar recuerdo alguno de su presencia.
Sus pasos son de aire, sus voces son silencios, sus
miradas no brillan ni atraen, sus rostros son borrones difusos sobre el panorama
general. Pero ellos siempre están ahí y sí que nos pueden ver. Para ellos sí
que somos observables. Si nosotros no podemos percatarnos de su presencia y aún
de su existencia, para ellos somos totalmente visibles e identificables.
Pero hay ocasiones en que ambos mundos se imbrican. ¿No
es verdad que de cuando en cuando te has sentido observado sin que seas capaz
de determinar el origen de tu desasosiego? ¿Cuántas veces, caminando por la
calle completamente iluminada, la misma calle conocida y llena de personas Visibles,
por esa calle que has recorrido muchas veces y donde nunca te ha asaltado temor
alguno, un día, sin aviso previo, sin que nada haya cambiado en el normal panorama
cotidiano, sin que sea muy noche o muy de mañana, dentro del horario en que
comúnmente recorres dicha calle, sin sospecharlo, con un certero e intempestivo
terror apuñalando tus entrañas, vuelves la mirada ansiosa buscando el lugar del
que podría provenir tu desasosiego y ¡no encuentras nada! Tu mirada se pierde
en el plano reconocido de toda la vida, como si el terror fuera creado solo por
los sueños, pero no estás durmiendo sino completamente despierto y alerta. No
existe ninguna razón para desconfiar, y sin embargo desconfías. No hay ninguna
razón para ese pánico que atenaza tus entrañas, y sin embargo lo sientes tan
concreto como aquella vez en que un gran perro negrísimo y furioso te ladrara imprevistamente
al pasar por aquel portón de láminas viejas y oxidadas. Tu estómago se contrajo
violentamente por el espanto hasta provocarte aquel intenso dolor que aún
puedes presentir cada vez que te acercas a un portón parecido, y te hace poner
alerta, y te provoca aquella sudoración fría y pegajosa en las palmas de las
manos y en la frente. Al igual que en aquella ocasión, esta vez volteas con el
mismo pánico atenazándote el vientre, pero al volver tu angustiosa mirada no
encuentras más que el mismo paisaje cotidiano, la misma calle soleada, el mismo
puesto de periódicos, la misma estación de pasajeros, todo aquello que no representa
amenaza ninguna. Aunque, claro, tú estás seguro de lo que has sentido y el
terror sigue presente en ese vago sabor metálico que te llena la boca y ese
escozor que persiste en tu espalda.
¿Sientes la presencia y el terror ahora? Voltea rápidamente
hacia atrás, ya verás que no encuentras nada.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada
(Atom)
Categorías
- Crítica (9)
- Ensayo (9)
- Entrevista (2)
- Lengua (2)
- Narrativa (33)
- Poesía (34)
- Recomendación (6)
Colaboraciones
- Berto Naviera (9)
- César Vega (8)
- Iván Dompablo (9)
- Nidya Areli Díaz (9)
- Roberto Marav (7)
- Sofía Mares (13)
- Vladimir Espinosa (9)
- Víctor Alvarado (9)
- Víctor H. Pedraza (8)
Con tecnología de Blogger.
Lo más leído
-
Por Vladimir Espinosa Román Una de las grandes virtudes de Octavio Paz es la maestría de sus obras ensayísticas. Todas ellas ll...
-
Por Nidya Areli Díaz La muertita es una tragedia de corte político y social cuyo tópico principal son las Muertas de Juárez. El...
-
SEMBLANZA Libia Eunice Salcedo Ruiz nació en la Ciudad de México el 25 de agosto de 1971. De madre libanesa es una de las seis hijas...
-
Por Vladimir Espinosa Román La personalidad femenina que se retrata en el cuento “Los convidados de agosto” (incluido en el libro ...
-
SEMBLANZA M ó nica L öwenberg es una artista plástica contemporánea nacida en la Ciudad de México. Sus estudios en Diseño G...
-
Por César Vega Querida Samantha: Trataré de ser lo más concisa y breve al explicarte todo este asunto; en verdad te ...
-
Por Nidya Areli Díaz SEMBLANZA David García Ruiz, Alias Torlonio, nació en la ciudad de Madrid el 6 de febrero de 1964. Pasó ...
-
Por Víctor Alvarado Botas de futbol Ricardo Renedo Todo iba bien hasta que ¡tras!, se escuchó por enésima vez un pelotazo en e...
-
Por Víctor Alvarado Con este, es el quinto intento de escribir unas buenas líneas, dame dos o tres minutos y tal vez lo logre. A...
-
Por Nidya Areli Díaz Ojo por ojo, diente por diente es una obra del dramaturgo Mauricio Jiménez que se originó al adaptar la come...
0 comentarios:
Publicar un comentario