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2 de diciembre de 2014

EL ÚLTIMO DÍA


Por Víctor Alvarado 

A Braulio Gutiérrez, por su inagotable caridad
La timidité a été le fléau de ma vie
Michel de Montaigne 

I 

Para mis camaradas:
Celda individual
Vann Nath 
La única ventaja de permanecer en cuclillas en una celda tan reducida, digamos de un metro cuadrado, es poder descansar por momentos hacia los costados. Para ponerte de pie te das tus mañas, sólo debes mantener la cabeza gacha para no pegar con la reja del techo; al mismo tiempo, debes atorarte con las manos de una ranura del yeso de los muros. Luego vuelves a sentarte en el piso, procuras no permanecer tanto tiempo en la misma posición, no por los calambres en piernas y pantorrillas sino por la angustiosa desesperación que te causan las visitas. Aquí, debes estar alerta.
25 de noviembre de 2014

EN LA OSCURIDAD

 
Por Iván Dompablo 

Al acecho
Gabriela Batista
Otra vez tarde… Mientras tiras las prendas sobre el piso percibes el olor del tabaco. Para mí, a pesar de este maldito vicio, tu aroma es distinguible, la habitación se ha llenado de él. Como tus pupilas aún no se adaptan a la oscuridad tratas de guiar los pasos con el ascua del cigarrillo que abandoné en cuanto entraste semidesnuda, solo unas bragas blancas te cubren ligeramente el sexo, cálido, líquido y palpitante en que me pierdo todas las noches.
9 de noviembre de 2014

ANTES


Por César Abraham Vega 


Viejo con habano
Rolando Espinoza Espíndola
—Apá, Apá… levántese ya.
—¿Uhg? ¡Ah! No… no quiero Martha, ¡no quiero!
—Ándele, papá, se nos va a hacer tarde; nada más lo cambio y se va para abajo a desayunar. Mientras yo me baño rapidito y alisto para irnos ya; ya ve que si nos tardamos las fichas se acaban. Ándele, papá, no sea malito levánteseme ya.
—¡Carajo, Martha! Ya deja… deja, yo me cambio solo… ya.
—Pero, papá, se vaya usted a ca…
—¡Qué tu puta madre! ¡No soy un escuincle, Martha, ¡déjame ya! ¡Yo sé vestirme!... ¡Ya métete a bañar! ¡Ya yo me encargo! ¡Chingá!
21 de octubre de 2014

CINCO LÍNEAS


Por Víctor Alvarado


Con este, es el quinto intento de escribir unas buenas líneas, dame dos o tres minutos y tal vez lo logre.
Amantes II
César Carranza
No sé cómo, cariño. Tal vez intentando el gastado truco de imaginarme caballero y estar con tantas mujeres en quienes inspirarme y traer a una de ellas a mi rinconcito y esperar el golpe de las olas del pensamiento y los inquietos deseos que afloran para, de repente, como súbita erupción, explotar en cientos y miles de chispas plagadas de sueños pastel sobre el lienzo no amarillo de la espera, sino blanco de esperanza, superblanco; como si fuese a escribir música. Como era antes, cuando escribía memorablemente todo.
27 de septiembre de 2014

HALLAZGO


Por César Abraham Vega

Palabras como bombas atómicas sobre civilización obsoleta de silicio
J. Paxtor
Pocos años después de la recolonización de la tierra, mientras una sonda droniana hacía una expedición de rutina en busca de cuerpos acuíferos subterráneos, el mando civil poscolonial recibió un reporte de dicha sonda en el que se detallaba el hallazgo de una serie de estructuras que con una configuración inusual y constituidas de un material artificial no reconocido, sobresalían sobre la superficie del terreno en un erial situado a unos 32.17 klicks de la colonia Aliotheia Ursalina.  

Cuando un equipo de humvees droneados se dirigió al sitio, el personal remoto en base pudo constatar a través de las opticams un descubrimiento inverosímil que produjo el júbilo y la fascinación de los expedicionarios; una zona arqueológica en perfectas condiciones se sostenía en pie y esplendorosa aún, a pesar de los mil doscientos años de radiaciones razorianas que antes habían devastado la superficie terrestre fulminando cualquier vestigio de civilización.
10 de septiembre de 2014

HISTORIAS DE CIGARROS


Por Víctor Alvarado 


Electric plague
Ricardo Rivher
Hace algunos años, en una tabaquería muy cercana, vivían dos cigarrillos.
Uno era de finos y rubios tabacos, se decía de aroma y cuerpo envidiables, tenía filtro; estaba engrandecido por su alquitrán y otros tantos atributos. Según él, era la envidia del resto, pues se creía el preferido. El muy pedante y engreído se dejaba encender sólo con flama de combustible líquido, y no le gustaba mezclarse con cualquiera.
En la cajetilla adyacente, vivía el otro cigarrillo, cuyo hogar era humilde y frágil; estaba construido apenas de papel arroz. A pesar de ello, éste cigarrillo poseía grandes cantidades de nicotina, y era tan valiente y audaz, que le importaba poco dar su vida y arderse con cerillos, o, según decían, con restos de algún camarada agonizante.
4 de septiembre de 2014

OSMOLAGNIA


Por César Vega 


Huéleme
Alicia Torres Martínez
Cuando la vi entrar por la puerta del vagón no pensé nada, podría decirle que me resultó indiferente, vacua, ¡sin chiste, vaya! Ni siquiera cuando se sentó frente a mí noté nada en ella que me cautivara lo suficiente. No me malinterpretes, no es que no fuera lo suficientemente guapa, es solo que me pareció demasiado… digamos, convencional; además estaba demasiado cansado, así que ni la pelé, reposé mi cabeza contra el cristal y dormité. No fue sino hasta que el tren hubo cerrado sus puertas y el aire dejó de circular cuando realmente me percaté de cuán presente estaba allí.
Me entró toda por la nariz, su esencia pura, su ser afantasmado y aromático se regaló a través del aire de por sí viciado y hediondo de un espacio público encerrado. Escudriñé con mis ojos de a poco, pero fui más voraz y libertino con el olfato y me la respiré todita. Y mientras miraba su cabello grasoso y desacomodado, mis narinas neutralizaban todo aroma que no proviniera de sus tibios cabellos arremolinados.
26 de agosto de 2014

CÓMO DESHACERSE DE LOS CONEJITOS


Por Víctor Alvarado 

I. Preámbulo a las instrucciones [1]
Medio conejo con el hígado embolsado
Alias Torlonio
La penúltima noche que vi a Julio, hubo contacto, no físico sino contacto tipo atadura. Igual que sucede cuando andas por ahí nada más pensando en la fuga del baño cuya gotera te impide a veces conciliar el sueño o si será tinto o blanco para la cena del viernes y, en cualquier pasillo de cualquier institución, de pronto sientes el tibio soplo de la mirada en tu nuca, mirada simple, sencilla, y volteas inquieto; entonces sabes todo de esa persona al verle las pupilas encendidas, sus ojos animados; en ese infinito y fugaz desahogo, sabe tus mañas y tú sus mentiras, y él o ella y tú y todos parpadean, y en ese parpadeo se piensan y recuerdan y olvidan, y al abrir de nuevo sus ojos se despiden discretamente. Eso pasa siempre y esa noche así ocurrió; aunque también charlamos un poco y chocamos al final las manos; saludo de cuates. Salimos a dar un paseo por el patio, alrededor de la fuente seca, donde hace tanto que no corre agua. Y le pregunté, por qué no habías venido. Por el trabajo, respondió. Dímelo a mí; no he visto a mamá en temporadas, y encendí los faros del fondo para no tropezar con los adoquines. Pero al fin regresé; vengo por el encargo de la última vez. Aquí lo tengo; no sé si será de tu agrado. Yo sí lo sé. Y le di la hoja. Gracias me la llevo. Y qué hago con los conejos, acaso… Ya lo sabías; haz lo que puedas; yo lo hice. Pero no lo sé; y ya se avecinan. Tómalos de las orejas y tíralos por la baranda o échalos a la fuente o no les abras el portón si acaso tocan o véndelos a un irrisorio precio. Nunca los vi pero sé cómo son y ya siento miedo. Iguales todos, cómo han de ser, lo único diferente es el color o pelaje o tamaño o consistencia blanda y áspera. Pero los conozco; regresarán en grupos o aislados, dispuestos a… Las instrucciones son precisas, no te confundas. Lo sé de sobra y aún tengo miedo. No hay por qué, ya te acostumbrarás, con suerte lo superas. Entonces ¿deberé llenar la pileta de la fuente y echar dos metros más a la barda? Valóralo y en la próxima comentamos. Para eso no tengo aliento. Uno debe enfrentar y resolver estas cosas solo; nadie puede hacer algo al respecto. Tú sabes cómo, ayúdame, o de lo contrario… Lo siento, ya nada se puede hacer; los escucho.
No hubo próxima; sintió terror; leyó la hoja; se le dibujó una sonrisa nerviosa. No temas, pasará pronto y de algún modo podrías ser feliz, yo me regreso, y chocaron las palmas; saludo de cuates. Y se escapó. Y Julio no halló más remedio que sentarse a esperar a la orilla de la fuente.
25 de mayo de 2014

EL VICIO


Por César Vega 

"Remolino de fresa"
Lee Price
No sé cómo sucedió, solo lo hice, solo dejé de pensar y lo hice, la probé y me gustó. De ahí en adelante, hasta aquí todo ha sido despeñarse, entregarse al placer de consumirla, exaltarme con su tibieza entrándome en el cuerpo. Rendirme a ello y nada más. ¡Sí, soy un adicto! ¡Qué más da! Ya no voy a mentirte diciendo que voy a dejarla; hace ya mucho tiempo que superé esa fase de muletillas de hipocresía falaz. Ahora estoy en la del cinismo total. Claro, eso no significa que saldré a la calle a divulgarlo a todo el mundo, es muy mi vicio, es muy mi bronca, y en verdad no perjudico a nadie.
En realidad, después de hacerlo, las cosas han sido mucho más sencillas, no quiero decirte que toda la vida lo planee, que me pasaba los días decidiendo si consumirla estaba bien o estaba mal, pero para serte sincero voy a confesarte que creo que todo este asunto ya venía grabado en el lado b de mi cerebro y de antemano.
18 de mayo de 2014

CALLADA Y QUIETA


Por Nidya Areli Díaz 

Hospital
Alias Torlonio
¡Uiiiiiuuu-uiiiiiuuu!, ¡uiiiiiuuu-uiiiiiuuu! Edelmira miraba los labios entreabiertos y rememoraba. ¡Tienes los dientes feos, de tiburón! ¡Estás gorda como ballena! ¡Jajaja! ¡Como puerca ballena!.. No debe ser tan grave cuando los tengo todos. Él perdió una muela por una caries mal cuidada y un incisivo por andar de peleonero. Las luces entremezcladas daban la impresión de sueño. Allá, de niña, las cosas siempre habían ido muy mal con su papá. ¡Eres puta y reputa!, le decía él a la madre mientras esta se quedaba callada y quieta. ¡Pobre diabla!, pensaba ella, ¡Yo nunca voy a ser tan tonta! Escucho aquí en mi cabeza como martilleos de muebles que se mueven y la escoba que choca contra las cosas que estorban. Luego él la había enamorado. Él con sus palabras toscas, con sus abrazos groseros, con sus ademanes simpáticos y su manera campechana de hablarle. Él que, aun teniendo ya una familia, no dejaba de ser guapo y encantador. Las contusiones múltiples daban indicio de severas heridas internas.
13 de abril de 2014

LA TESIS


Por César Vega 



Querida Samantha:


Trataré de ser lo más concisa y breve al explicarte todo este asunto; en verdad te lo debo, no solo por los montones de apoyo que me has brindado durante el discurrir de toda esta desilusión, sino también por todo lo que siento hacia ti. Tú has sido un rayo de luz tibia y meridiana en medio de este tinieblar, tú has sido una dulce ánfora que contuvo mi sed.


Después de que leas esto tal vez pienses que estoy desecha, pero quiero aclararte que no es así, simplemente estoy demasiado cansada y eso sí, muy molesta; solo tú sabes todo el espíritu que derroché en este proyecto y, ¿todo para qué? En fin, ya da igual.
Díptico, fragmento derecho.
Carine Brancowitz



Todo el asunto comenzó cuando, como bien sabes, escogí una obra de Pimentel Pernaalegre, Cartografía de un ensueño, como el corpus de mi tesis. Estaba tan fascinada con ese hombre, con su talento, con la belleza de su obra, con su estilo tan propositivo, futurista y revolucionario, que no vacilé ni un instante en pensar que mi tesis sería igual de magnífica y revolucionaria que la lírica de Pimentel.

23 de marzo de 2014

MALDITO FUTBOL


Por Víctor Alvarado 


Botas de futbol
Ricardo Renedo
Todo iba bien hasta que ¡tras!, se escuchó por enésima vez un pelotazo en el portón. Don Ponchito se levantó molesto. El balón cayó en el patio. ¡Maldita sea! ¿No entienden?, gritó molesto al recogerlo. El portón de la casa de don Ponchito tiene la forma exacta de una portería; la calle, es la preferida de los chavos, no transitan autos. Fue directo hacia el fondo donde había un cuarto oscuro. Observé con curiosidad. Era el cuarto de las pelotas, y yo que lo creía un mito. Se encuentra bien, pregunté, aunque creo que está un poco sordo. ¡Vaya con el tesoro! Centenares de balones, bolas y pelotas desinfladas y polvorientas. Esa tarde le llevé unos discos de música clásica para pasarla tranquilos. No sé por qué odia tanto el futbol. Eso de andar nomás por ahí como loquitos pegándole con las patas a un pedazo de aire cubierto de cuero, en verdad es una de las cosas más absurdas y estúpidas que existe. Dijo ya tranquilo, antes de encerrar la nueva pelota en la covacha. Luego, regresó, se sentó, me destapó otra lata y continuamos disfrutando la melodía. No pasaron unos instantes, cuando justo en el clímax del concierto —si acaso el término puede aplicarse así, tan a la ligera cuando se habla de música— cayó del cielo lo que parecía ser un misil teledirigido, justo en su cabeza, para rebotar directamente hacia el ventanal de la sala-comedor. ¡Crash! Añicos. Era un hermoso balón semiprofesional, clásico, blanco y negro, cosido a mano, edición especial con escudo del Seleccionado. Creí ver fuego en su rostro. Más furioso por el golpe que por el desastre, vociferó con las manos al aire: ¡maldito!, ¡maldito sea el futbol! Luego pateó el balón con todas sus fuerzas. Está usted bien, don Poncho; me brincaba el corazón. Nada grave muchacho, nada grave. Entonces, para mi sorpresa, cogió el balón entre sus manos, lo vio fijamente y lo acarició. Me miró. Miró hacia la covacha. Se hizo un silencio. Igual a esos que se hacen cuando no sabes si será terrible o insignificante lo que está a punto de ocurrir. Aventó el balón al aire, lo recibió con el pecho, lo bajó delicadamente y ¡puc, puc, puc!, antes de caer, lo levantó con el empeine y luego con las rodillas comenzó a dominarlo. No es que me guste mucho el futbol pero me entusiasmé. El anciano volteó y me la tiró de frente. También yo hice algunas dominadas. De cabeza a cabeza, pase tras pase, comenzamos el juego. Por primera vez en años aquel tipo antipático se ponía contento. La alegría nos invadió. El ex jugador profesional de futbol de la Selección Nacional de 1962, Alfonso “La saeta” Rodríguez, retirado en partido de semi por lesiones y fractura expuesta de rótula, tibia y peroné, realizaba suertes con su pelota. Acertadamente la dominó de nuevo y la bajó como un experto. Me hizo un túnel. Luego saludó a toda la afición y se dispuso a acomodar el esférico para lanzar un último tiro penal. Yo estaba nervioso. El público estaba expectante. Agarró la pelota. Hizo un cálculo. Se limpió la frente y con toda calma bajó el balón; lo acomodó encima de una escupitina. Respiró profundamente y se echó para atrás. Uno, dos, tres pasos. Volteó a ver a la afición que gritaba y aplaudía. Yo hacía de arquero y estaba dispuesto a todo con tal de parar el cañonazo. Don Ponchito avanzó con la determinación del matador. Acometió. Soltó un patadón certero. Un instante antes de que todos observaran como entraba el balón por la meta y gritaran al unísono ¡goooool!, don poncho, con el pie de apoyo, alcanzó a rebanar con sus tacos una impertinente piedrecilla muy redonda que lo hizo resbalar. Después del crujido, se hizo de nuevo un silencio.
 
 
9 de marzo de 2014

EL ROBO DE TIZTLA


De Elena Garro (México: 1916-1998)
 

Tiztla es una pequeña ciudad situada al sur de la República de México. Sus habitantes son silenciosos y pequeños. Sus noches son profundas y cuando el sol se pone el hombre tiene miedo. Los meses de verano son tan calientes y secos como el corazón de una piedra puesta al sol. Las gentes viven soñolientas y exaltadas. El fuego corre por debajo de la tierra y los jardines hierven con el canto de las chicharras y los grillos. Un continuo “¡au!”, “¡ae!”, “¡au!”, incendia la imaginación. Los campos se llenan de demonios, que de cuando en cuando irrumpen en la ciudad para meterse en los ojos de los hombres. Las gentes duermen alertas en sus hamacas. El rumor incesante los adormece, mientras el mal, en forma de alimañas y cuchillos, los espía. Duermen oyendo muchas cosas que las gentes de la capital no han oído nunca. Junto a ellos reposa siempre su machete. 

Cuando sucedió el robo era verano y las mujeres veían en la luz resplandeciente algo que los hombres no veían. Por eso, en la mañana posterior al robo, las autoridades se ensañaron con las criadas y olvidaron a los hombres de la casa. 

—¡Estas mujeres saben! —insistía el jefe policiaco. 
9 de febrero de 2014

MENSAJE DE INDEPENDENCIA


Por Víctor Alvarado
I
Nunca he sabido bien cómo contar una historia ni por dónde empezar, siempre me ha resultado difícil dar a entender las ideas o los sucesos. Sin embargo, he de intentar, con algún esfuerzo y pese a cualquier riesgo, hacer una breve remembranza. Esto por voluntad propia, nadie nunca me ha presionado, mi decisión está tomada. Si ha llegado este documento a tus manos, te suplico hacer una seria reflexión y actuar como lo dicte tu consciencia.
En 1981 encontré un artículo en la Enciclopedia del México Nuevo, aquella preciosa edición empastada en piel negra y roja, con letras laminadas de oro, envuelta en una hermosa serpiente emplumada de plata. Fue la primera vez que leí y tuve conocimiento de la carta. La referencia se hallaba justo a la mitad del tomo seis, al pie de una ilustración un tanto difusa. Desde ese momento supe que se trataba de un asunto importante.
19 de enero de 2014

EL MALEFICIO


Por César Vega


El fantasma arborece sensible, posado sobre el pábilo de una vela, crece finamente extenuado, genuflexo, rojo y raro, endemoniado como un poseso que se retuerce sobre su tronchada espina dorsal, no sube, no baja, pero crece con una sutil insinuación de espectro, aviva el oxigeno entre sus manos al grado de hacerlo estallar… pero su luz pequeña es apenas un centellar soporífero que se extingue entre toda la oscuridad.
La piel tostada de un rostro se disuelve en el tinieblar, también un vaho muy tenue  fulgura trémulo reflejando la luz suave de la vela. El frío es intenso... lo detesta… su caricia adusta siempre la arrastra a aquel recuerdo de la insidiosa hipotermia que hubo en su carne entera a los siete años de edad; hace más de veinte años ya. Pero esto es bueno… demasiado bueno… se percibe, aunque sea indebido siquiera pensarlo.

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