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30 de diciembre de 2014
TO BE OR NOT TO BE (DE FABOLARIO)
2 de diciembre de 2014
EL ÚLTIMO DÍA
Por Víctor Alvarado
A Braulio Gutiérrez, por su inagotable caridad
La timidité a été le fléau de ma vie
Michel de Montaigne
I
Para mis camaradas:
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Celda individual Vann Nath |
La única ventaja de permanecer en cuclillas en una celda tan reducida,
digamos de un metro cuadrado, es poder descansar por momentos hacia los
costados. Para ponerte de pie te das tus mañas, sólo debes mantener la cabeza
gacha para no pegar con la reja del techo; al mismo tiempo, debes atorarte con
las manos de una ranura del yeso de los muros. Luego vuelves a sentarte en el
piso, procuras no permanecer tanto tiempo en la misma posición, no por los
calambres en piernas y pantorrillas sino por la angustiosa desesperación que te
causan las visitas. Aquí, debes estar alerta.
25 de noviembre de 2014
EN LA OSCURIDAD
Por Iván Dompablo
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Al acecho Gabriela Batista |
Otra
vez tarde… Mientras tiras las prendas sobre el piso percibes el olor del
tabaco. Para mí, a pesar de este maldito vicio, tu aroma es distinguible, la
habitación se ha llenado de él. Como tus pupilas aún no se adaptan a la
oscuridad tratas de guiar los pasos con el ascua del cigarrillo que abandoné en
cuanto entraste semidesnuda, solo unas bragas blancas te cubren ligeramente el
sexo, cálido, líquido y palpitante en que me pierdo todas las noches.
9 de noviembre de 2014
ANTES
Por César Abraham Vega
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Viejo con habano Rolando Espinoza Espíndola |
—Apá, Apá…
levántese ya.
—¿Uhg? ¡Ah! No…
no quiero Martha, ¡no quiero!
—Ándele, papá,
se nos va a hacer tarde; nada más lo cambio y se va para abajo a desayunar.
Mientras yo me baño rapidito y alisto para irnos ya; ya ve que si nos tardamos
las fichas se acaban. Ándele, papá, no sea malito levánteseme ya.
—¡Carajo,
Martha! Ya deja… deja, yo me cambio solo… ya.
—Pero, papá, se
vaya usted a ca…
—¡Qué tu puta
madre! ¡No soy un escuincle, Martha, ¡déjame ya! ¡Yo sé vestirme!... ¡Ya métete
a bañar! ¡Ya yo me encargo! ¡Chingá!
21 de octubre de 2014
CINCO LÍNEAS
Por Víctor Alvarado
Con
este, es el quinto intento de escribir unas buenas líneas, dame dos o tres
minutos y tal vez lo logre.
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Amantes II César Carranza |
No
sé cómo, cariño. Tal vez intentando el gastado truco de imaginarme caballero y
estar con tantas mujeres en quienes inspirarme y traer a una de ellas a mi
rinconcito y esperar el golpe de las olas del pensamiento y los inquietos
deseos que afloran para, de repente, como súbita erupción, explotar en cientos
y miles de chispas plagadas de sueños pastel sobre el lienzo no amarillo de la
espera, sino blanco de esperanza, superblanco; como si fuese a escribir música.
Como era antes, cuando escribía memorablemente todo.
27 de septiembre de 2014
HALLAZGO
Por César
Abraham Vega
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Palabras como bombas atómicas sobre civilización obsoleta de silicio J. Paxtor |
Pocos años después de la recolonización de la
tierra, mientras una sonda droniana hacía una expedición de rutina en busca de
cuerpos acuíferos subterráneos, el mando civil poscolonial recibió un reporte
de dicha sonda en el que se detallaba el hallazgo de una serie de estructuras
que con una configuración inusual y constituidas de un material artificial no
reconocido, sobresalían sobre la superficie del terreno en un erial situado a
unos 32.17 klicks de la colonia Aliotheia Ursalina.
Cuando un equipo de humvees droneados se dirigió al
sitio, el personal remoto en base pudo constatar a través de las opticams un
descubrimiento inverosímil que produjo el júbilo y la fascinación de los
expedicionarios; una zona arqueológica en perfectas condiciones se sostenía en
pie y esplendorosa aún, a pesar de los mil doscientos años de radiaciones
razorianas que antes habían devastado la superficie terrestre fulminando
cualquier vestigio de civilización.
10 de septiembre de 2014
HISTORIAS DE CIGARROS
Por Víctor Alvarado
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Electric plague Ricardo Rivher |
Hace algunos años, en una tabaquería muy cercana, vivían dos
cigarrillos.
Uno era de finos y rubios tabacos, se decía de aroma y cuerpo
envidiables, tenía filtro; estaba engrandecido por su alquitrán y otros tantos
atributos. Según él, era la envidia del resto, pues se creía el preferido. El
muy pedante y engreído se dejaba encender sólo con flama de combustible
líquido, y no le gustaba mezclarse con cualquiera.
En la cajetilla adyacente, vivía el otro cigarrillo, cuyo hogar era
humilde y frágil; estaba construido apenas de papel arroz. A pesar de ello,
éste cigarrillo poseía grandes cantidades de nicotina, y era tan valiente y
audaz, que le importaba poco dar su vida y arderse con cerillos, o, según
decían, con restos de algún camarada agonizante.
4 de septiembre de 2014
OSMOLAGNIA
Por César Vega
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Huéleme Alicia Torres Martínez |
Cuando la vi
entrar por la puerta del vagón no pensé nada, podría decirle que me resultó
indiferente, vacua, ¡sin chiste, vaya! Ni siquiera cuando se sentó frente a mí
noté nada en ella que me cautivara lo suficiente. No me malinterpretes, no es
que no fuera lo suficientemente guapa, es solo que me pareció demasiado…
digamos, convencional; además estaba demasiado cansado, así que ni la pelé,
reposé mi cabeza contra el cristal y dormité. No fue sino hasta que el tren
hubo cerrado sus puertas y el aire dejó de circular cuando realmente me percaté
de cuán presente estaba allí.
Me entró toda
por la nariz, su esencia pura, su ser afantasmado y aromático se regaló a
través del aire de por sí viciado y hediondo de un espacio público encerrado.
Escudriñé con mis ojos de a poco, pero fui más voraz y libertino con el olfato
y me la respiré todita. Y mientras miraba su cabello grasoso y desacomodado,
mis narinas neutralizaban todo aroma que no proviniera de sus tibios cabellos
arremolinados.
26 de agosto de 2014
CÓMO DESHACERSE DE LOS CONEJITOS
Por Víctor Alvarado
I.
Preámbulo a las instrucciones [1]
Medio conejo con el hígado embolsado Alias Torlonio |
La
penúltima noche que vi a Julio, hubo contacto, no físico sino contacto tipo
atadura. Igual que sucede cuando andas por ahí nada más pensando en la fuga del
baño cuya gotera te impide a veces conciliar el sueño o si será tinto o blanco
para la cena del viernes y, en cualquier pasillo de cualquier institución, de
pronto sientes el tibio soplo de la mirada en tu nuca, mirada simple, sencilla,
y volteas inquieto; entonces sabes todo de esa persona al verle las pupilas
encendidas, sus ojos animados; en ese infinito y fugaz desahogo, sabe tus mañas
y tú sus mentiras, y él o ella y tú y todos parpadean, y en ese parpadeo se
piensan y recuerdan y olvidan, y al abrir de nuevo sus ojos se despiden
discretamente. Eso pasa siempre y esa noche así ocurrió; aunque también
charlamos un poco y chocamos al final las manos; saludo de cuates. Salimos a
dar un paseo por el patio, alrededor de la fuente seca, donde hace tanto que no
corre agua. Y le pregunté, por qué no habías venido. Por el trabajo, respondió.
Dímelo a mí; no he visto a mamá en temporadas, y encendí los faros del fondo
para no tropezar con los adoquines. Pero al fin regresé; vengo por el encargo
de la última vez. Aquí lo tengo; no sé si será de tu agrado. Yo sí lo sé. Y le
di la hoja. Gracias me la llevo. Y qué hago con los conejos, acaso… Ya lo
sabías; haz lo que puedas; yo lo hice. Pero no lo sé; y ya se avecinan. Tómalos
de las orejas y tíralos por la baranda o échalos a la fuente o no les abras el
portón si acaso tocan o véndelos a un irrisorio precio. Nunca los vi pero sé
cómo son y ya siento miedo. Iguales todos, cómo han de ser, lo único diferente
es el color o pelaje o tamaño o consistencia blanda y áspera. Pero los conozco;
regresarán en grupos o aislados, dispuestos a… Las instrucciones son precisas,
no te confundas. Lo sé de sobra y aún tengo miedo. No hay por qué, ya te
acostumbrarás, con suerte lo superas. Entonces ¿deberé llenar la pileta de la
fuente y echar dos metros más a la barda? Valóralo y en la próxima comentamos.
Para eso no tengo aliento. Uno debe enfrentar y resolver estas cosas solo;
nadie puede hacer algo al respecto. Tú sabes cómo, ayúdame, o de lo contrario…
Lo siento, ya nada se puede hacer; los escucho.
No
hubo próxima; sintió terror; leyó la hoja; se le dibujó una sonrisa nerviosa.
No temas, pasará pronto y de algún modo podrías ser feliz, yo me regreso, y
chocaron las palmas; saludo de cuates. Y se escapó. Y Julio no halló más
remedio que sentarse a esperar a la orilla de la fuente.
25 de mayo de 2014
EL VICIO
Por César Vega
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"Remolino de fresa" Lee Price |
No sé cómo
sucedió, solo lo hice, solo dejé de pensar y lo hice, la probé y me gustó. De
ahí en adelante, hasta aquí todo ha sido despeñarse, entregarse al placer de
consumirla, exaltarme con su tibieza entrándome en el cuerpo. Rendirme a ello y
nada más. ¡Sí, soy un adicto! ¡Qué más da! Ya no voy a mentirte diciendo que
voy a dejarla; hace ya mucho tiempo que superé esa fase de muletillas de
hipocresía falaz. Ahora estoy en la del cinismo total. Claro, eso no significa
que saldré a la calle a divulgarlo a todo el mundo, es muy mi vicio, es muy mi
bronca, y en verdad no perjudico a nadie.
En
realidad, después de hacerlo, las cosas han sido mucho más sencillas, no quiero
decirte que toda la vida lo planee, que me pasaba los días decidiendo si consumirla
estaba bien o estaba mal, pero para serte sincero voy a confesarte que creo que
todo este asunto ya venía grabado en el lado b de mi cerebro y de antemano.
Categoría:César Vega,Cuento,El vicio,Lee Price,Narrativa
18 de mayo de 2014
CALLADA Y QUIETA
Por Nidya Areli Díaz
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Hospital Alias Torlonio |
¡Uiiiiiuuu-uiiiiiuuu!, ¡uiiiiiuuu-uiiiiiuuu!
Edelmira miraba los labios entreabiertos y rememoraba. ¡Tienes los dientes
feos, de tiburón! ¡Estás gorda como ballena! ¡Jajaja! ¡Como puerca ballena!..
No debe ser tan grave cuando los tengo todos. Él perdió una muela por una
caries mal cuidada y un incisivo por andar de peleonero. Las luces
entremezcladas daban la impresión de sueño. Allá, de niña, las cosas siempre
habían ido muy mal con su papá. ¡Eres puta y reputa!, le decía él a la madre
mientras esta se quedaba callada y quieta. ¡Pobre diabla!, pensaba ella, ¡Yo
nunca voy a ser tan tonta! Escucho aquí en mi cabeza como martilleos de muebles
que se mueven y la escoba que choca contra las cosas que estorban. Luego él la
había enamorado. Él con sus palabras toscas, con sus abrazos groseros, con sus
ademanes simpáticos y su manera campechana de hablarle. Él que, aun teniendo ya
una familia, no dejaba de ser guapo y encantador. Las contusiones múltiples daban
indicio de severas heridas internas.
13 de abril de 2014
LA TESIS
Por César Vega
Querida Samantha:
Trataré de ser
lo más concisa y breve al explicarte todo este asunto; en verdad te lo debo, no
solo por los montones de apoyo que me has brindado durante el discurrir de toda
esta desilusión, sino también por todo lo que siento hacia ti. Tú has sido un
rayo de luz tibia y meridiana en medio de este tinieblar, tú has sido una dulce
ánfora que contuvo mi sed.
Después de que
leas esto tal vez pienses que estoy desecha, pero quiero aclararte que no es
así, simplemente estoy demasiado cansada y eso sí, muy molesta; solo tú sabes
todo el espíritu que derroché en este proyecto y, ¿todo para qué? En fin, ya da
igual.
![]() | |
Díptico, fragmento derecho. Carine Brancowitz |
Todo el asunto
comenzó cuando, como bien sabes, escogí una obra de Pimentel Pernaalegre, Cartografía de un ensueño, como el
corpus de mi tesis. Estaba tan fascinada con ese hombre, con su talento, con la
belleza de su obra, con su estilo tan propositivo, futurista y revolucionario,
que no vacilé ni un instante en pensar que mi tesis sería igual de magnífica y
revolucionaria que la lírica de Pimentel.
Categoría:Carine Brancowitz,César Vega,Cuento,La tesis,Narrativa
23 de marzo de 2014
MALDITO FUTBOL
Por Víctor Alvarado
Botas de futbol Ricardo Renedo |
Todo iba bien hasta que
¡tras!, se escuchó por enésima vez un pelotazo en el portón. Don Ponchito se
levantó molesto. El balón cayó en el patio. ¡Maldita sea! ¿No entienden?, gritó
molesto al recogerlo. El portón de la casa de don Ponchito tiene la forma
exacta de una portería; la calle, es la preferida de los chavos, no transitan
autos. Fue directo hacia el fondo donde había un cuarto oscuro. Observé con
curiosidad. Era el cuarto de las pelotas, y yo que lo creía un mito. Se encuentra
bien, pregunté, aunque creo que está un poco sordo. ¡Vaya con el tesoro! Centenares
de balones, bolas y pelotas desinfladas y polvorientas. Esa tarde le llevé unos
discos de música clásica para pasarla tranquilos. No sé por qué odia tanto el
futbol. Eso de andar nomás por ahí como loquitos pegándole con las patas a un
pedazo de aire cubierto de cuero, en verdad es una de las cosas más absurdas y
estúpidas que existe. Dijo ya tranquilo, antes de encerrar la nueva pelota en
la covacha. Luego, regresó, se sentó, me destapó otra lata y continuamos disfrutando
la melodía. No pasaron unos instantes, cuando justo en el clímax del concierto —si
acaso el término puede aplicarse así, tan a la ligera cuando se habla de música—
cayó del cielo lo que parecía ser un misil teledirigido, justo en su cabeza,
para rebotar directamente hacia el ventanal de la sala-comedor. ¡Crash! Añicos.
Era un hermoso balón semiprofesional, clásico, blanco y negro, cosido a mano, edición
especial con escudo del Seleccionado. Creí ver fuego en su rostro. Más furioso
por el golpe que por el desastre, vociferó con las manos al aire: ¡maldito!, ¡maldito
sea el futbol! Luego pateó el balón con todas sus fuerzas. Está usted bien, don
Poncho; me brincaba el corazón. Nada grave muchacho, nada grave. Entonces, para
mi sorpresa, cogió el balón entre sus manos, lo vio fijamente y lo acarició. Me
miró. Miró hacia la covacha. Se hizo un silencio. Igual a esos que se hacen
cuando no sabes si será terrible o insignificante lo que está a punto de ocurrir.
Aventó el balón al aire, lo recibió con el pecho, lo bajó delicadamente y ¡puc,
puc, puc!, antes de caer, lo levantó con el empeine y luego con las rodillas
comenzó a dominarlo. No es que me guste mucho el futbol pero me entusiasmé. El
anciano volteó y me la tiró de frente. También yo hice algunas dominadas. De
cabeza a cabeza, pase tras pase, comenzamos el juego. Por primera vez en años aquel
tipo antipático se ponía contento. La alegría nos invadió. El ex jugador
profesional de futbol de la Selección Nacional de 1962, Alfonso “La saeta”
Rodríguez, retirado en partido de semi por lesiones y fractura expuesta de rótula,
tibia y peroné, realizaba suertes con su pelota. Acertadamente la dominó de
nuevo y la bajó como un experto. Me hizo un túnel. Luego saludó a toda la
afición y se dispuso a acomodar el esférico para lanzar un último tiro penal.
Yo estaba nervioso. El público estaba expectante. Agarró la pelota. Hizo un
cálculo. Se limpió la frente y con toda calma bajó el balón; lo acomodó encima
de una escupitina. Respiró profundamente y se echó para atrás. Uno, dos, tres
pasos. Volteó a ver a la afición que gritaba y aplaudía. Yo hacía de arquero y
estaba dispuesto a todo con tal de parar el cañonazo. Don Ponchito avanzó con
la determinación del matador. Acometió. Soltó un patadón certero. Un instante
antes de que todos observaran como entraba el balón por la meta y gritaran al
unísono ¡goooool!, don poncho, con el pie de apoyo, alcanzó a rebanar con sus
tacos una impertinente piedrecilla muy redonda que lo hizo resbalar. Después
del crujido, se hizo de nuevo un silencio.
9 de marzo de 2014
EL ROBO DE TIZTLA
De Elena Garro (México: 1916-1998)
Tiztla
es una pequeña ciudad situada al sur de la República de México. Sus habitantes
son silenciosos y pequeños. Sus noches son profundas y cuando el sol se pone el
hombre tiene miedo. Los meses de verano son tan calientes y secos como el
corazón de una piedra puesta al sol. Las gentes viven soñolientas y exaltadas.
El fuego corre por debajo de la tierra y los jardines hierven con el canto de
las chicharras y los grillos. Un continuo “¡au!”, “¡ae!”, “¡au!”, incendia la
imaginación. Los campos se llenan de demonios, que de cuando en cuando irrumpen
en la ciudad para meterse en los ojos de los hombres. Las gentes duermen
alertas en sus hamacas. El rumor incesante los adormece, mientras el mal, en
forma de alimañas y cuchillos, los espía. Duermen oyendo muchas cosas que las
gentes de la capital no han oído nunca. Junto a ellos reposa siempre su
machete.
Cuando
sucedió el robo era verano y las mujeres veían en la luz resplandeciente algo
que los hombres no veían. Por eso, en la mañana posterior al robo, las
autoridades se ensañaron con las criadas y olvidaron a los hombres de la casa.
—¡Estas
mujeres saben! —insistía el jefe policiaco.
9 de febrero de 2014
MENSAJE DE INDEPENDENCIA
Por Víctor Alvarado
I
Nunca he sabido bien cómo contar una historia ni por
dónde empezar, siempre me ha resultado difícil dar a entender las ideas o los
sucesos. Sin embargo, he de intentar, con algún esfuerzo y pese a cualquier
riesgo, hacer una breve remembranza. Esto por voluntad propia, nadie nunca me ha
presionado, mi decisión está tomada. Si ha llegado este documento a tus manos, te
suplico hacer una seria reflexión y actuar como lo dicte tu consciencia.
En 1981 encontré un artículo en la Enciclopedia del México Nuevo, aquella preciosa
edición empastada en piel negra y roja, con letras laminadas de oro, envuelta en
una hermosa serpiente emplumada de plata. Fue la primera vez que leí y tuve
conocimiento de la carta. La referencia se hallaba justo a la mitad del tomo
seis, al pie de una ilustración un tanto difusa. Desde ese momento supe que se
trataba de un asunto importante.
19 de enero de 2014
EL MALEFICIO
Por César Vega
El fantasma arborece sensible, posado sobre el
pábilo de una vela, crece finamente extenuado, genuflexo, rojo y raro, endemoniado
como un poseso que se retuerce sobre su tronchada espina dorsal, no sube, no
baja, pero crece con una sutil insinuación de espectro, aviva el oxigeno entre
sus manos al grado de hacerlo estallar… pero su luz pequeña es apenas un
centellar soporífero que se extingue entre toda la oscuridad.
La piel tostada de un rostro se disuelve en el
tinieblar, también un vaho muy tenue
fulgura trémulo reflejando la luz suave de la vela. El frío es
intenso... lo detesta… su caricia adusta siempre la arrastra a aquel recuerdo
de la insidiosa hipotermia que hubo en su carne entera a los siete años de
edad; hace más de veinte años ya. Pero esto es bueno… demasiado bueno… se
percibe, aunque sea indebido siquiera pensarlo.
Categoría:César Vega,Cuento,El maleficio,Narrativa
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